Joan Manuel Serrat. Músicos: Ricard Miralles (piano, arreglos y dirección), Josep Más Kitflus (teclados), David Palau (guitarra), Ursula Amargós (viola y voz), Vicente Climent (batería), Rai Ferrer (contrabajo) y José Miguel Sagaste (vientos). Sala: Movistar Arena. Gira: El vicio de cantar (Serrat 1965-2022). Próximas funciones: 25, 26 y 29 de noviembre.
Joan Manuel Serrat, autor de populares canciones que surcaron más de medio siglo de la vida de las personas en toda Iberoamérica, inició el sábado a la noche en el estadio porteño Movistar Arena atestado de público, el segmento porteño de despedida de los escenarios con un show tan emotivo como representativo de su monumental obra.
Unas 24 piezas desplegadas en cerca de 150 minutos de recital resultaron insuficientes pero emblemáticas del legado que el trovador catalán desplegó en un camino musical signado por pasiones vitales, políticas y amorosas que supieron sellar un lazo irrompible con buena parte de la audiencia.
Y ese vínculo, plagado de memorias, vivencias, acuerdos y complicidades, añadió el condimento de un adiós al que el propio responsable de la partida decidió quitarle dramatismo pero, no por ello, menguó el impacto turbador.
La partida de Serrat se da en el marco de una gira planetaria que se inició a fines de abril en Nueva York y también pasó por Puerto Rico, República Dominicana, México, Colombia, Costa Rica, buena parte de España, Chile, Perú, Venezuela y Ecuador.
En Buenos Aires, una de las ciudades en las que el impacto de su repertorio fue bandera y prenda de amor para que la poesía se tuteara con la música y ello se integrara a un lenguaje popular y masivo, el show se demoró más de media hora del inicio pautado pero pareció que nadie quería apurar el desenlace.
Finalmente y pasadas las 21 con los acordes de “Dale que dale” (primera de las tres piezas basadas en textos del poeta Miguel Hernández que fueron parte del repertorio), Serrat se lanzó a ese torbellino estremecedor que lo acompaña desde siempre pero que en esta ocasión sumó el ingrediente de la última vez.
A los 78 años y habitando el escenario como si paseara por la sala de su hogar, el artista repitió el parlamento tendiente a descomprimir el impacto de esta serie de actuaciones y expresó cuestiones como “Serrat afirma que se despide aunque yo no lo creo”, “quiero que sea un concierto donde reine la alegría” y llamó a quitar “cualquier atisbo de nostalgia o tentación de melancolía” porque, subrayó, “todo lo que nos queda por delante es futuro y no nos lo vamos a perder”.