En el marco de la conmemoración del Día del Médico, el próximo 3 de diciembre, el Dr. Miguel Ángel Centeno, vicedecano de la Facultad de Ciencias Biomédicas y director de la carrera de Medicina de la Universidad Austral, reflexionó sobre la formación de los futuros profesionales. «El alumno de Medicina necesita o, mejor dicho, debe aprender que un paciente es sobre todo una persona y su entorno familiar, social, espiritual y político», consideró.
La Medicina es una profesión que sabe mucho, pero no sabe todo. Y es por eso que formar un buen médico no es una tarea sencilla por varias razones.
En primer lugar, es imposible enseñar toda la Medicina. La ciencia es cada vez más amplia, abarca más y más disciplinas, y un estudiante no puede adquirir todo ese conocimiento en los 6 años que habitualmente dura la carrera. Ni siquiera puede adquirirlo en toda su vida profesional.
A las tradicionales ciencias que históricamente se ha pretendido enseñar como Anatomía, Fisiología, Clínica o Cirugía -por nombrar sólo algunas-, se deben agregar ahora Estadística, Sociología, Medicina Molecular, Economía de la Salud… y la lista es interminable.
Además, el estudiante de Medicina debe adquirir hábitos de relación con los pacientes y con el equipo de trabajo con el que va a ejercer la profesión, que puede estar integrado por distintos profesionales; desde licenciados en enfermería y nutricionistas hasta administradores u otros médicos colegas. Esto significa que la formación médica implica, además del conocimiento científico, el desarrollo de actitudes profesionales y humanas -que son lo mismo en realidad- como la compasión o el interés por el paciente.
El alumno de Medicina necesita o, mejor dicho, debe aprender que un paciente es sobre todo una persona y su entorno familiar, social, espiritual y político. Sin olvidar, que también la sociedad es “un paciente” que debe ser tratado con prevención, planificación y gestión eficaz.
Pero, entonces, al ser tantos los saberes que hay en juego, uno podría afirmar que es imposible formar un buen médico. Que no podríamos emprender semejante la tarea. Y, sin embargo, sí podemos.
Si logramos transmitirles la importancia de la formación permanente y de la continuidad en el desarrollo profesional, podemos.
Si conseguimos desarrollar en ellos un sentido crítico que les permita usar todos los recursos de la ciencia y saber descartar los que son sólo “fuegos artificiales”, podemos.
Si les inculcamos el reconocimiento de cada paciente como un otro que busca, necesita y merece ayuda, podemos.
Si les mostramos el valor de la recompensa de la mejoría del paciente, podemos.
Si les proponemos modelos médicos docentes que inspiren el desempeño de los futuros graduados, podemos
Si confiamos en la vocación y motivación evidente de cada estudiante, por supuesto que podemos.
Porque, en definitiva, si logramos todo esto, la formación del médico en esta profesión se obtendrá por añadidura.