Varios gobernadores nacionales cuestionaron la invitación del presidente Javier Milei para participar de una mesa de diálogo federal tras la derrota electoral en Buenos Aires. En lugar de acercarse, mostraron recelo y optaron por organizar una demostración de fuerza en Córdoba, la próxima parada política del Gobierno.
El gobernador de Salta, Gustavo Sáenz, fue el más crítico: “No son leones, son palomas de iglesia, porque cagan a los fieles. A mí me cagaron con obras y me cagaron en lo electoral, con candidatos que me destrozan”, afirmó con dureza, en representación del malestar difundido entre sus pares.
Algunas voces provinciales relatan que no recibieron ninguna convocatoria formal por parte de la Casa Rosada. Su desconfianza se sustenta en reclamos acumulados sin respuesta y en el avance de candidatos libertarios hostiles dentro de sus distritos, lo que, consideran, pone en riesgo su gestión territorial en el corto plazo.
Mientras tanto, avanzan en Córdoba las gestiones para una reunión propia: será un acto político y simbólico que deje en claro que Provincias Unidas no aceptará imposiciones ni simulacros de representación. La decisión refleja una advertencia clara: si el Gobierno busca una interlocución seria, tendrá que demostrar una voluntad real de consenso, no solo simbólica.