La vicepresidente de la Nación quedó muy conforme y también conmovida tras su encuentro con Francisco. Al concluir la reunión, que tuvo una duración de una hora, algo bastante excepcional para este tipo de audiencias, el Papa le pidió que leyera en voz alta una oración de Santo Tomás Moro que habla de la alegría.
El encuentro tuvo lugar en la Biblioteca del Palacio Apostólico, donde el Sumo Pontífice recibe habitualmente a los jefes de Estado. Todo se desarrolló en un clima muy amable, hasta cariñoso. La Vicepresidente de la Nación conocía a Jorge Bergoglio, de sus tiempos como Arzobispo de Buenos Aires, y luego lo había visto una vez, ya como Papa, en 2014.
La reunión fue a agenda abierta, y lógicamente el Papa se mostró preocupado en especial por la situación de los niños y los ancianos de Argentina. “Es natural, unos son el futuro y otros la reserva de sabiduría”. El Papa se mostró como siempre muy atento a la realidad argentina y apeló mucho a la necesidad de recuperar la dignidad.
Francisco se interesó también por el trabajo de Villarruel en el Senado. Ella le habló de los esfuerzos en la búsqueda de consenso a partir de ser una pequeña minoría en ese cuerpo, hablar con todos los espacios en la tarea de tender puentes pese a todas las diferencias.
El Papa el obsequió como es habitual un rosario, pero también todas sus Encíclicas y, algo que le gustó especialmente, una placa de bronce con las figuras en relieve de San Pedro y San Pablo, réplica de la que se encuentra en la Basílica de San Pedro. También un libro titulado “Papa Francisco: ¿por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?”
Luego de la audiencia con el Papa, Villarruel, que viajó acompañada de su secretaria y de la Directora de Protocolo del Senado, visitó a la madre superiora de la pequeña congregación de monjas benedictinas argentinas que ahora ocupa lo que fueron los aposentos de Benedicto XVI como papa emérito.