Los investigadores no están seguros de como el nuevo coronavirus cataliza la aparición de la enfermedad que genera déficits de insulina, pero las cifras que analizaron muestran que el 14% de quienes atravesaron cuadros graves desarrollaron alguna variante de diabetes


Mihail Zilbermint está acostumbrado a tratar pacientes con diabetes: lidera un equipo especial que cuida de personas con este desorden metabólico en el Suburban Hospital de Bethesda, en Maryland. Pero a medida que su hospital comenzó a admitir cada vez más personas con COVID-19, su cantidad de pacientes lo hizo también.

“Antes teníamos alrededor de 18 pacientes por día”, dijo a The Washington Post. Ahora su equipo debe lidiar con hasta 30 por día.

Muchos de esos pacientes no tenían un historial de diabetes. Algunos que desarrollaron niveles altos de azúcar en sangre cuando tuvieron COVID-19, la enfermedad causada por el nuevo coronavirus, volvieron a la normalidad para el momento en el que dejaron el hospital. Algunos volvieron a sus casas con un diagnóstico de diabetes. “Definitivamente hemos visto un crecimiento en la cantidad de diagnósticos nuevos”, dijo Zilbermint.

Pese a que el COVID-19 suele atacar los pulmones, está cada vez más asociado a una serie de otras afecciones como los coágulos de sangre, desórdenes neurológicos, y daños a los riñones y el corazón. Investigadores dicen que la diabetes puede sumarse a estas otras complicaciones: tanto la tipo 1, en la que las personas no pueden generar la insulina necesaria para regular su azúcar en sangre, y la tipo 2, en la que generan muy poca insulina o se vuelven resistentes a la insulina que generan, haciendo que sus niveles de azúcar suban. No obstante, los científicos aún no saben si el COVID-19 exacerba una afección que ya se está desarrollando o directamente la causa. O ambas.

Ya en enero de 2020 médicos en Wuhan, en China, notaron que pacientes con COVID-19 mostraban altos niveles de azúcar en sangre. En italia, otro foco durante el comienzo de la pandemia, se generó la duda de si el diagnóstico de la enfermedad estaría seguido por uno de diabetes, dado el conocido vínculo entre las infecciones virales y la diabetes. Ese vínculo también fue observado durante otros brotes de coronavirus, como lo fueron la influenza y el SARS.

Un año después de que comenzara la pandemia, la naturaleza exacta y el alcance del vínculo entre el COVID-19 y la diabetes continúa siendo un misterio. Muchos de aquellos que desarrollan el desorden durante o después de cursar el COVID-19 son parte tienen condiciones que los hacen parte de los grupos de riesgo, entre ellas obesidad o un historial de enfermedades en la familia. Altos niveles de glucosa también son comunes entre los que toman dexametasona, un esteroide que suele suministrarse a quienes contrajeron COVID-19. Pero también se han observado casos en pacientes que no tenían factores de riesgo conocidos o motivos previos para preocuparse por su salud. Y algunos la desarrollan meses después de que sus cuerpos se deshagan del virus.

John Kunkel, un ejecutivo bancario de 47 años en Evening Shade, Arkansas, fue uno de los casos sorpresivos. Fue hospitalizado con COVID-19 a principios de julio. Durante una visita subsiguiente al médico, se enteró de que tenía niveles peligrosamente altos de glucosa y volvió al hospital. Fue diagnosticado con diabetes tipo 2.

“No tenía problemas de salud previos”, dijo. “Estaba completamente sorprendido. ¿Por qué?”.

Kunkel ha tenido que ir a la sala de emergencias en cinco ocasiones y fue hospitalizado en tres de ellas desde que contrajo COVID-19. Recientemente perdió su trabajo porque no podía volver a desarrollar sus actividades dada su condición de salud. “¿Recuperará uno su vida?”, se preguntó. “Nadie lo sabe”.

Hasta el 14,4 por ciento de personas hospitalizadas con casos severos de COVID-19 desarrollaron diabetes, de acuerdo a un análisis global publicado el 27 de noviembre en Diabetes, Obesity and Metabolism. El grupo internacional de investigadores analizó reportes de hiperglucemia descontrolada o altos niveles de azúcar en sangre de más de 3.700 pacientes con COVID-19 a lo largo de ocho estudios distintos. Si bien esos diagnósticos pueden ser el resultado de una respuesta a la enfermedad que ha sido observada durante mucho tiempo, o a los tratamientos con esteroides, los científicos también dijeron que “debería considerarse” la posibilidad de que sea un efecto directo del COVID-19.

La preocupación por que el COVID-19 esté directamente implicado también se sustenta, dijeron, en las cantidades excepcionalmente altas de insulina que los pacientes diabéticos con casos severos de COVID-19 suelen requerir y las peligrosas complicaciones que enfrentan.

Los investigadores no entienden exactamente como el COVID-19 podría catalizar la diabetes tipo 1 o tipo 2, o si los casos son temporales o permanentes. Pero están tratando de encontrar respuestas a esta y otras preguntas lo más rápido posible, incluyendo si el nuevo coronavirus generó un tipo de diabetes completamente nuevo que difiere con las formas tradicionales de la enfermedad.

Francesco Rubino, un profesor de cirugía de diabetes en la King’s College de Londres, está convencido de que hay una conexión subyacente entre las enfermedades.

A lo largo del verano, él y un grupo de otros expertos en diabetes lanzaron un registro global de pacientes con casos de COVID-19 relacionados con la diabetes. Luego de hacer correr la voz mediante un artículo en el New England Journal of Medicine, más de 350 instituciones a lo largo del mundo respondieron al llamado.

La base de datos ya tiene más de 150 pacientes, pero los investigadores tardarán meses en analizar la información necesaria para poder sacar conclusiones. “Realmente necesitamos excavar más”, dijo Rubino. “Pero parece que tenemos un problema real con el COVID-19 y la diabetes”.

Algunos de los casos reportados a la base de datos no cumplen con el perfil usual de la diabetes tipo 1 ni 2. Usualmente, un paciente diabético experimentará afecciones específicas. Por ejemplo, aquellos con diabetes tipo 1 pueden quemar grasas rápidamente, y aquellos con la tipo 2 pueden experimentar un síndrome que genera deshidrataciones severas y hasta el coma, al enviar el cuerpo altos niveles de insulina a la orina. En algunos pacientes con COVID-19, se presentan afecciones de los distintos tipos.

“Hay una buena chance de que el meca´nismo de la diabetes no sea el típico”, dijo Rubino. “Podría ser un híbrido, es preocupante”.

Rubino está especialmente preocupado por los reportes sobre diagnósticos de diabetes en pacientes que tuvieron casos leves o asintomáticos de COVID-19. Y a medida que los casos de coronavirus continúa aumentando, dijo, “podrías ver un volumen significativo de diagnósticos de diabetes”.

La diabetes ya está creciendo a una velocidad alarmante en los Estados Unidos. Se estima que 34,2 millones de personas, o 10,5 por ciento de la población, tienen el desorden, de acuerdo a información del sistema de salud federal. Y aproximadamente uno de cada tres estadounidenses, u 88 millones de personas, tienen prediabetes, lo que indica que están en camino a ser diagnosticados con tipo 2. De no ser controlada, la enfermedad puede dañar muchas partes del cuerpo y está vinculada con complicaciones como enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares, ceguera, fallos en los riñones y daños nerviosos.

Sin embargo, no está claro si los diabéticos recién diagnosticados después del COVID-19 tendrán un problema de por vida. Tras la pandemia de SARS de 2003, los investigadores chinos realizaron un seguimiento de 39 pacientes sin antecedentes de diabetes que habían desarrollado una diabetes aguda a los pocos días de ser hospitalizados por el SARS. En todos ellos, excepto en seis, el nivel de azúcar en sangre había descendido cuando fueron dados de alta, y sólo dos seguían teniendo diabetes al cabo de dos años. Los investigadores también encontraron pruebas de que el virus del SRAS podría atacar a las células beta del páncreas productoras de insulina.

Las células beta desempeñan un papel estelar en ambos tipos de diabetes: El organismo de los enfermos de tipo 1 ataca y destruye las células por completo, deteniendo la producción de insulina. Los diabéticos de tipo 2 se vuelven resistentes a la insulina que producen, por lo que las células beta fabrican cada vez más y acaban desgastándose.

“Si los científicos pudieran averiguar cómo o si la infección viral puede dañar las células beta, o qué papel desempeñan los virus en el desarrollo de la enfermedad, sería un verdadero punto de inflexión”, afirma Katie Colbert Coate, investigadora de la diabetes e instructora de investigación en medicina del Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt.

Aunque las personas con diabetes no son más susceptibles de contraer el COVID-19 que las que no lo tienen, corren un riesgo mucho mayor de sufrir complicaciones graves o de morir una vez que lo hacen. En los primeros días de la pandemia, algo más de un tercio de las personas que murieron de COVID-19 en los hospitales británicos tenían casos preexistentes de diabetes. Los médicos de Wuhan también observaron que las personas con diabetes recién diagnosticada eran más propensas a necesitar cuidados intensivos que las que tenían diabetes antes de contraer el COVID-19.

Los nuevos diagnósticos de diabetes en personas sin factores de riesgo clásicos también están dispersos en los informes de casos: Un chino de 37 años, previamente sano, que acudió al hospital con una complicación diabética grave, y en algunos casos mortal; un alemán de 19 años que desarrolló diabetes de tipo 1 entre cinco y siete semanas después de una nueva infección por coronavirus, pero que carecía de los anticuerpos comúnmente asociados a la enfermedad autoinmune.

Los médicos del Hospital Infantil de Los Ángeles, por su parte, observaron un aumento del número de diagnósticos de tipo 2 en niños, así como una complicación grave de la diabetes. Después de que algunos de ellos mostraran indicios de haber sufrido infecciones por coronavirus en el pasado, Senta Georgia, investigadora del Instituto de Investigación Saban del hospital, empezó a profundizar. Su investigación, que reutiliza tejidos de primates utilizados en pruebas de vacunas, está siendo sometida a una revisión por pares.

Estos informes también han aumentado la sensación de urgencia para investigadores como Coate, que abandonaron otros trabajos y empezaron a buscar claves para entender el mecanismo de la enfermedad examinando cómo el COVID-19 podría dañar las células beta u otras estructuras del páncreas. Ella y otros se preguntan si ciertos síntomas del COVID predicen si un paciente es vulnerable a la diabetes y, lo que es más importante, si la aparición de la enfermedad es un efecto de la respuesta inmunitaria o un resultado del virus que ataca directamente a las células productoras de insulina.

Las células receptoras de la ACE2, la nueva vía de entrada del coronavirus en el organismo, podrían aportar una respuesta. Cuando las proteínas de espiga que rodean al virus se enganchan a una célula huésped con un receptor ACE2, abren una puerta celular que permite al virus secuestrar la célula.

Las pruebas sólidas de la presencia de receptores ACE2 en las células beta podrían confirmar la antigua sospecha de que los virus desencadenan la diabetes. Pero los resultados de la investigación no son concluyentes: Dado que el páncreas se descompone rápidamente después de la muerte, es difícil obtener buenas muestras de seres humanos sometidos a autopsia. Y cada estudio tiene sus propias limitaciones.

El año pasado, investigadores de la Universidad de Cornell cultivaron células de páncreas humanas y consiguieron infectarlas con el SARS-CoV-2, como se conoce técnicamente al nuevo coronavirus. Encontraron receptores ACE2 en las células, pero éstas habían sido cultivadas en un laboratorio, no en un cuerpo humano.

Coate y sus colegas de la Universidad de Vanderbilt pudieron confirmar la presencia de receptores ACE2 en las estructuras físicas del páncreas, pero su estudio se centró en pacientes sin COVID-19 y no encontró evidencia de los receptores en las células beta productoras de insulina. Un estudio italiano sí encontró los receptores en las células beta, pero los donantes tampoco tenían covid-19. Hasta que otros investigadores no confirmen la presencia de receptores en las células beta del páncreas en el tejido de los pacientes con COVID-19, la búsqueda del mecanismo subyacente a la conexión entre la diabetes y el COVID-19 continúa. También lo hace la investigación sobre las formas en que el COVID-19 podría dañar otras partes del sistema endocrino, que también podrían desempeñar un papel en el mecanismo de la enfermedad.

Para los pacientes recién diagnosticados, como la enfermera Tanisha Flowers, las respuestas deben llegar lo más pronto posible. Contrajo la enfermedad en abril mientras trabajaba en un ala del hospital dedicada a cuidar pacientes que ya la cursaban. Ahora debe tomar medicación todos los días, cuidar su dieta y es más que consciente que puede ser diabética de por vida. “Ya no soy yo misma”, dijo Flowers. “Nadie sabe cuales son las consecuencias duraderas”.