El rosarino se presentó en el Luna Park y recordó sus clásicos
«Antes, en un momento, se había hecho un silencio que fue mágico, espeluznante… quiero que lo repitan para que pueda hacer algo que nunca hice acá en el Luna Park», pidió Fito Páez. También hizo señas para que se apagaran todas las luces del escenario y así, como un bailarín en la oscuridad, se despachó con una versión a capella y sin microfonear de Yo vengo a ofrecer mi corazón. Había pasado más de una hora y media del recital, con el artista y su banda totalmente entregados al feedback con la multitud que agotó cada butaca del Luna. Pero Fito llevó las cosas mucho más allá antes de los bises. Y hubo recompensa en forma de calidísima ovación.
El show del sábado 28 de abril -el primero de dos- estuvo basado en la presentación de La ciudad liberada, último trabajo de Páez que, a diferencia de varios de sus discos editados en los últimos 15 años, recibió buen trato tanto de su público como de la crítica. Así, conformó un repertorio dinámico al mezclar bloques de las nuevas canciones intercalados con sus clásicos más dorados, como para que el karaoke nunca decayera.
Como supo mantener a lo largo de su historia, a sus espaldas hubo una vez una banda concisa y compacta, que lo acompaña hace ya varios largos años y que sabe cómo interpretar los distintos lenguajes que maneja Fito. Entonces, Diego Olivero (bajo, teclados y dirección musical) Juan Absatz, (teclados y guitarras), Gastón Baremberg (batería) y el explosivo Juani Agüero (guitarrista) supieron exprimir esa cabeza que siempre funcionó como la torre de Babel que ahora vemos en el disco y en las gráficas de promoción del show, en la que una balada rompecorazones convive en armonía con rock de furiosa distorsión.
Pero quienes tienen un lugar casi protagónico en su historia, y la noche del sábado no fue la excepción, son las mujeres. Tanto como compañeras o como musas, siempre hay más de una sobre el escenario: esta vez, Fabiana Cantilo y Julieta Rada se hicieron cargo de las voces. Fabiana descolló Wo wo wo, mientras que el punto más alto de Julieta estuvo en el clímax de El amor después del amor.
Juntas, bailaron y se abrazaron en el momento de encarnar a Thelma y a Louise para Dos días en la vida. En las pantallas se vio la belleza cautivante de Eva de Dominici, que ingresó al universo Páez protagonizando el video de La ciudad liberada, primer tema de la noche tras el ingreso a lo boxeador con el riff machacante de Ciudad de pobres corazones. Y otra que se vio en pantalla fue Eugenia Kolodziej, actual novia de Fito y la que inspiró el hit Tu vida mi vida, de las mejores canciones que escribió alguna vez.
En la mitad del show, se dio un gesto poco usual en este tipo de encuentros. Fito presentó a Coki Debernardi («más que amigo, un hermano, uno de los mejores artistas no solo de la Argentina sino del universo»), y le cedió el escenario y su banda para que cantara Medallita, una canción de su propia cosecha. Páez volvió a escena cambiado (dejó un traje azul por un uniforme más rockero: campera de cuero y jean negro) para tocar el piano mientras Coki le ponía su garganta con arena a Polaroid de locura ordinaria.
Si bien sonaron 11 de los 18 tracks que componen La ciudad liberada, el recital dejó la sensación de que allí hay todavía mucho por descubrir. Esa inmensidad que abarca el disco puede resumirse en dos instantes: para 5778, Fito dejó el piano y dirigió con los brazos cada uno de los elementos que componen ese intrigante instrumental. En tanto, en Islamabad, tema que lo sigue afirmando como preciso cronista de época (al igual que Navidad negra), se sumaron seis bailarinas tapadas con burkas, que se arrancaron en el trance rockero del tema dejando al descubierto unos ajustados trajes twerkeros.
Cuando ya no quedaba nada y tras la triada hitera compuesta por Dar es dar – Mariposa Technicolor – Y dale alegría a mi corazónhubo una última descarga de rock, que sonó más a catarsis que otra cosa. El diablo en tu corazón, a todo trapo y con Fito a los gritos, pidiéndole a Buenos Aires (y a todo el país) «cortá la mufa en el corazón». En los tiempos que corren, no hay mejor consejo que ese. Quien quiso oír, oyó.