El museo lanzó la iniciativa “cajas y cajitas” para que vecinos puedan enviar fotos, cartas, relatos y testimonios de la vida cotidiana, que formarán parte de próximas exposiciones


El Museo Beccar Varela lanzó “cajas y cajitas”, una iniciativa que invita a los vecinos a enviar fotos, cartas, relatos y testimonios de la vida cotidiana que nutrirán las futuras salas sobre la historia de San Isidro. El objetivo es continuar entendiendo de dónde venimos, qué nos constituye cómo sociedad y, en definitiva, quiénes somos.

“Desde el año pasado estamos trabajando en el diseño de nuevas salas que contarán la historia de San Isidro y se nutrirán no sólo del material de archivo del museo, sino también de otras instituciones de distintos barrios y de los propios vecinos. Apuntamos a un guión en el que cada sanisidrense sienta que algo de lo que estará ahí lo interpela de manera directa y es parte de su ropia historia, y también a que conozca todas las otras historias y la enorme diversidad de la gente que conforma esta comunidad”, explicó Eleonora Jaureguiberry, subsecretaria general de Cultura de San Isidro.

Así, adecuándose a las restricciones de la cuarentena, el museo (Adrián Beccar Varela 774, en el casco histórico de San Isidro) puso en marcha esta propuesta de seguir convocando a los vecinos a ser parte de estas nuevas salas que tienen la ambición de reflejar la historia de todos y de cada uno. Cualquier material puede ser enviado a [email protected]

“Estos momentos de aislamiento social nos permiten tener más tiempo para estar en casa y revisar en esas cajas de fotos, cartas y testimonios que reflejan situaciones acerca de las actividades en la ciudad relacionadas con el ocio, el trabajo o la recreación, y con determinados espacios físicos, como un club, una fábrica, una plaza o una escuela. Están todos invitados a ser parte y comprometerse con esta iniciativa”, dijo Marcela Fugardo, directora del museo.

Fotos obtenidas cuando la Ruta Nacional N° 9 se estaba ampliando para convertirse, en los años 90 y a la altura de la zona norte del conurbano, en la Autopista Panamericana, otra de un grupo de compañeras frente a la emblemática fábrica de porcelanas Lozadur, en Villa Adelina, y también de una pareja a poco de casarse en la entrada del Registro Civil ya son parte del acervo del museo y de toda la comunidad.

Imágenes en color sepia de la vida diaria, de la familia estrecha y de la familia extendida, que es la ciudad, que se sumaron a otras fotos y piezas que el Beccar Varela, gracias a la generosidad de los vecinos, recibió en forma presencial y antes de la pandemia, como antiguos boletos de cine, carnet de taxistas, menúes de restaurantes ya cerrados y piezas de trabajo de una de las primeras parteras de San Isidro.

En síntesis, una historia colectiva que se irá construyendo con la suma de miles de historias individuales y en un momento adecuado para revolver, redescubrir y compartir fotografías sacadas varias décadas atrás sin más pretensión, seguramente, que la de reflejar un momento en particular. Imágenes que hoy, a la distancia, adquieren relieves e intereses nuevos, identitarios y colectivos.