Científicos resaltaron la importancia de crear en México una fórmula propia para investigar las reacciones en la población y por el factor económico que además representa.
La vacuna contra SARS-CoV-2 que se desarrolla en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) sigue su avance. Ya está en la primera fase de evaluación en modelo animal y se espera que para 2021 se inicien las pruebas clínicas en humanos.
En conjunto con diversas instituciones y con el gobierno de la Ciudad de México, expertos de la Universidad Nacional laboran a partir de una plataforma de vacuna, que se desarrollaba en esta casa de estudios y ya contaba con avances; aunque estaba enfocada a otros virus, ha sido una base para trabajar en una vacuna contra el nuevo coronavirus.
Siempre hay riesgo de que este tipo de desarrollos no alcancen un resultado positivo, sin embargo, los puntos de control se han superado de buena forma, afirmó Laura Alicia Palomares Aguilera, investigadora del Instituto de Biotecnología (IBt), al participar en el programa “La UNAM responde”.
“Esperamos en 2021 producir el material para evaluar en humanos; es decir, hasta ese momento arrancaríamos las pruebas clínicas”, remarcó.
En la emisión de TV UNAM, Rosaura Ruiz Gutiérrez, secretaria de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación de la Ciudad de México (SECTEI), dijo que este avance es producto de la colaboración con la Universidad Nacional.
“Tenemos una comunidad científica madura a nivel internacional, con las mejores instalaciones para realizar esta vacuna. La UNAM cuenta con la tecnología idónea para avanzar en este proyecto”, aseguró.
Otros países podrían tener antes una vacuna, pero México debe tener una propia; aunque se invierta más tiempo, se ganaría en efectividad.
Además se refirió a la fábrica de Mascarillas N95, proyecto en conjunto con esta casa de estudios. “Están realizadas con polipropileno, material verificado por especialistas de los institutos de Física y de Geofísica, precisó.
Rosaura Ruiz Gutiérrez, titular de la SECTeI, informó que el laboratorio de bioseguridad nivel 3 debe prever medidas sustanciales de seguridad, pues el coronavirus que causa COVID-19 es un patógeno muy contagioso. Por ello, la UNAM podría resguardar este espacio en la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia.
“Para hacer vacunas de un virus tan especial y riesgoso como es el SARS-Cov-2, que produce la enfermedad COVID-19, se requiere un laboratorio especializado donde no haya la menor posibilidad de que pueda salir o pueda haber algún contagio”, detalló en conferencia de prensa virtual la secretaria de la SECTeI.
En el proyecto, encabezado por la UNAM, participarán la Facultad de Medicina, el Instituto de Biotecnología y el gobierno capitalino que representa Claudia Sheinbaum, misma que convocó a la conferencia donde fue anunciado el laboratorio.
“La responsable de este proyecto, Laura Palomares, del Instituto de Biotecnología, piensa que se puede construir en la facultad de veterinaria, porque ahí hay un laboratorio que se puede adecuar a las condiciones que se requiere para la prueba, sobretodo, en animales, como se acostumbra en las vacunas y después se tendrá que probar en humanos”, explicó la bióloga Ruiz Gutiérrez.
Aunque no fue especificado el monto de inversión en este laboratorio ni la fecha en que estaría listo, la secretaria del SECTeI refirió que habría un apoyo relevante por parte del gobierno de la capital mexicana. Por su parte, la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum refirió que la iniciativa también sería apoyada por autoridades federales.
Un laboratorio de bioseguridad nivel 3 o (BSL-3) se “caracteriza por exigir prácticas microbiológicas, equipo y medidas de seguridad que permiten generar un medio ambiente seguro para el profesional del laboratorio”, según un artículo de la Revista Mexicana de Potología Clínica, publicado en 2007. De acuerdo con este artículo, los (BSL-3) permiten aislar, cultivar y preservar a los microorganismo en su estado activo.
En este tipo de laboratorios “se manejan agentes patógenos considerados como potencialmente peligrosos por las posibilidades que existen del surgimiento de un subtipo pandémico o por haber dado origen a una epidemia o pandemia que no ha podido ser controlada (patógenos emergentes y reemergentes, respectivamente)”, refiere la misma publicación firmada por varios investigadores del Laboratorio de Inmunología y Virología, perteneciente a la Facultad de Ciencias Biológicas, de la Universidad Autónoma de Nuevo León.