La desaceleración de la inflación seguirá siendo uno de los principales objetivos del Banco Central en 2026, aunque en el mercado comenzaron a surgir dudas sobre la velocidad con la que podría avanzar ese proceso. El nuevo esquema anunciado por la autoridad monetaria, que combina acumulación de reservas y control de precios, fue bien recibido en un primer momento, pero también abrió interrogantes.

El BCRA confirmó que, a partir de enero, el techo de la banda cambiaria se ajustará según la inflación mensual. La medida coincidió con el lanzamiento de un programa para reforzar las reservas internacionales, algo que el Gobierno considera clave para el próximo año. Sin embargo, analistas advierten que esta estrategia podría generar tensiones sobre el tipo de cambio y los precios.

De acuerdo con el último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), la inflación cerraría 2025 apenas por encima del 30% y descendería al 20% en 2026. No obstante, en el sector financiero consideran que esa proyección es optimista y anticipan que podría corregirse al alza en los próximos informes.

En su comunicado, el Banco Central aseguró que la programación monetaria buscará “compatibilizar el proceso de desinflación con la acumulación de reservas internacionales”. La diferencia respecto a 2025 es que el foco del Gobierno ya no estaría puesto exclusivamente en bajar la inflación, sino también en recomponer el stock de dólares, aun cuando eso implique una mayor emisión de pesos para comprar divisas.

Ese es el principal punto de preocupación del mercado: más pesos en circulación podrían presionar tanto sobre el dólar como sobre la inflación. Aunque desde el equipo económico aclararon que un ajuste en la banda cambiaria no implica necesariamente una suba del tipo de cambio oficial, los analistas siguen de cerca el impacto que puedan tener las compras del Central a partir de enero.

Para algunos economistas, como Rodolfo Santángelo (Macroview), un leve impulso inflacionario adicional no sería determinante. “Si la inflación termina en 20 y pico, no es un gran problema”, sostuvo.

A diferencia de otros programas históricos, el actual proceso desinflacionario no se apoya en medidas de shock, sino en una baja gradual. En ese contexto, los últimos datos ofrecen cierto alivio: en noviembre la inflación mayorista fue del 1,6% y los insumos importados incluso mostraron una caída del 0,6%, lo que reduce la presión de costos sobre las empresas.

Ese comportamiento abre una expectativa moderadamente optimista hacia adelante, aunque el mercado sigue atento a cómo impactará la nueva estrategia del BCRA en los precios durante 2026.