Taipei, su capital, ya retornó a la normalidad. El conocimiento de las prácticas del régimen chino fue clave para actuar con rapidez


Un rumor fue suficiente para activar las alarmas. No se detuvieron a esperar que una poca proactiva Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara el peligro ante un nuevo coronavirus similar al SARS que estaba actuando en la ciudad de Wuhan, provincia de Hubei. No. Las autoridades sanitarias de Taiwán decidieron actuar de inmediato y tomar las medidas necesarias para reducir al mínimo, en una primera oleada, el nivel de contagio. Hoy, su capital Taipei, muestra una vida normal.

Taiwán había aprendido mucho del brote de SARS de 2003. En ese entonces, la epidemia los encontró debilitados en su sistema sanitario. Pero tomaron los recaudos para que nunca más pudiera sucederles algo similar. Fue así que cuando supieron que algo raro estaba gestándose en Wuhan, epicentro del coronavirus Sars-CoV-2, actuaron casi de forma automática, sin perder tiempo.

“En ese momento (2002) Taiwán se vio muy afectado y entonces comenzamos a desarrollar nuestra capacidad para hacer frente a una pandemia como esta. De tal forma, cuando escuchamos que había algunos casos secretos de neumonía en China donde los pacientes eran tratados de forma aislada, supimos que era algo similar”, señaló en diálogo con CNN el ministro de Relaciones Exteriores taiwanés, Joseph Wu.

El canciller Wu señaló además que la política oficial fue ofrecer de manera sostenida “informes diarios, todos los días y, a veces, dos veces al día para informar a la población sobre lo que estaba sucediendo de una manera muy transparente. La gente simplemente desarrolló confianza en el gobierno que se estaba ocupando de este asunto”. Para el ministro, esta confianza fue vital para que la ciudadanía respetara las normas que se le proponían: el uso de mascarillas, la distancia, el lavado de manos.

Fue tal la inmediatez con que actuó el gobierno de la presidenta Tsai Ing-wen, que incluso antes de que el régimen chino reconociera que había un nuevo virus afectando a su población -cuando apenas era un rumor en las redes sociales-, se aislaron a los pasajeros que llegaban de vuelos provenientes de Hubei para que no contagiaran a la población local. Una medida arriesgada pero que contuvo las infecciones de manera preventiva cuando todavía nadie hablaba en el mundo de coronavirus, COVID-19 ni pandemia.

Ese aislamiento comenzó cuando el mundo festejaba el final de 2019 y daba la bienvenida a uno distinto: el 2020. El 31 de diciembre, Taipei ordenó el control de todos los aviones provenientes de aquella provincia que estaba lejos de ser declarada en cuarentena.

Pero no sólo esa medida se tomó. Todo el gabinete de Tsai se reunió y comenzó a actuar de manera coordinada para articular diferentes medidas según sus responsabilidades. Así, el Ministerio de Defensa instruyó a su ala militar a abocarse a la fabricación de mascarillas y equipos de protección médica. Muchísimo antes de que en el mundo se debatiera algo tan básico como el uso de tapabocas preventivo en una enfermedad infecciosa.

Ese equipo de trabajo comenzó a trabajar bajo el paraguas conocido como el Centro de Comando Central de Epidemia (CECC). Ese equipo ordenó enviar a un experto a Wuhan: fue el 20 de enero para que pudiera recolectar mayor cantidad de información sobre ese nuevo coronavirus que estaba afectando a la población local y podría expandirse como pólvora por todo el país. Faltarían aún 10 días para que la OMS declarara que había una emergencia de salud pública de preocupación internacional. ¿Como pandemia? Recién 11 de marzo.

Al día siguiente de aquella visita científica se reportó el primer caso de coronavirus en la isla. Las medidas continuaron y se endurecieron. Además de prohibir el ingreso de vuelos desde Hubei, las autoridades taiwanesas determinaron que todo aquel que llegara desde China continental debería someterse a exámenes médicos. Incluso aquellos ciudadanos de Hong Kong y Macau, según consignó CNN.

Ahora, Taipei vuelve a la normalidad. Lo hace también anticipándose a las medidas que fueron tomándose en otras latitudes para intentar reabrir sus economías. En junio pasado, la isla dispuso un período de cuarentena más corto para los visitantes de negocios en junio de países que considera de riesgo bajo o medio. Los visitantes debían hacerse un hisopado 72 horas después de arribar. Pero las medidas no terminaban allí: luego una prueba más el día cinco de la cuarentena, después de lo cual se les permite salir del aislamiento y autocontrolarse durante las próximas dos semanas.

Esta técnica combinada de visas de negocios, cuarentenas cortas y múltiples testeos, posibilitaron que la vida retornara con bastante normalidad a las grandes ciudades. Y que sobre todo la economía no se detuviera por completo y ya esté funcionando casi como en diciembre pasado.

A la fecha, desde el inicio de los brotes de coronavirus, Taiwán registró apenas 509 casos de COVID-19 y sólo debió lamentar siete muertes. Eso pese a estar a tan solo 160 kilómetros de China y de mantener lazos comerciales profundos con el continente. Sin embargo, sus medidas conservadoras, sus sospechas y la experiencia fueron suficientes para domar la enfermedad y colocarse a la vanguardia. Aunque la OMS la ignore y Beijing continúen con su acoso.