Marisa Saravia es enfermera del Hospital Austral y se hizo conocida por ser el primer caso oficial de coronavirus en el partido de Escobar. Con 32 años y luego de atravesar un período de rehabilitación que ya le permitió regresar a su trabajo, Marisa nos relató la odisea de padecer esta enfermedad que tiene en vilo al mundo, nos contó sus miedos y la dificultad de convivir con los prejuicios y la preocupación que le transmiten otros vecinos.
Su historia comenzó a los pocos días de decretado el aislamiento social, preventivo y obligatorio. En ese momento, Marisa se enteró de que era positiva de Covid-19: se había contagiado en el Hospital Universitario Austral, donde ejerce como enfermera en el área de trasplantes de órganos sólidos. Según se supo después, luego de atender a un paciente infectado que ingresó por una enfermedad no vinculada en principio al coronavirus.
“El día que me dicen que mi paciente era un posible caso de Covid-19 no sabía cómo reaccionar. Sentía mucha angustia y al primero que le conté fue a mi marido. El llanto llegó después, cuando me llaman y me dicen que mi paciente dio positivo, ahí se me vino el mundo abajo“, recordó acongojada.
Junto a su marido y sus dos hijos, de 3 y 7 años, viven en una casa ubicada en barrio Lambertuchi de Belén de Escobar. “Desde el primer día la Municipalidad se puso en contacto conmigo a través del Secretaría de Salud y desde ese momento siempre nos estuvieron acompañando tanto a mí como a mi marido. Nos dieron mucha ayuda con el tema de los chicos y siempre estuvieron presentes y fueron muy positivos. Estoy muy agradecida con todos pero en especial con el doctor Juan Manuel Ordóñez”, expresó.
En cuanto a la convivencia en la casa y el barrio, explica que se mantuvo la distancia social entre ellos y se tomaron todas las medidas necesarias para evitar contacto con el exterior. Con ambos padres internados la situación familiar pasó a ser un inconveniente y fue mediante la intervención de la Municipalidad de Escobar, en articulación con las autoridades de ambas clínicas – la de Pilar y la de CABA- que lograron solucionar el problema para no involucrar a otra persona que pudiera aumentar la curva de contagios en el distrito.
Tras quince días de internación, 11 hisopados (9 positivos y 2 negativos) Marisa ya recibió el alta epidemiológica y regresó a trabajar. Su proceso según describe fue leve, tuvo fiebre, cefaleas y hasta llegó a perder el sentido del olfato que aún no logró recuperar al 100%.
Actualmente, se encuentra recuperada pero todavía quedaba hacer frente a la otra pandemia: la desinformación y la consternación de los vecinos de su barrio.
“Pasamos dos situaciones muy feas, primero con los parientes de mi marido que por ser familiares nuestros nos los dejaban circular con tranquilidad, y segundo los recolectores de basura no se llevaban nuestras bolsas de residuos por temor a contagiarse a pesar que todos los días las desinfectábamos. Me comuniqué con la Municipalidad para que el camión de recolección circulara a diario y se llevará las bolsas y también me ayudaron en mi regreso porque quiero salir tranquila. Mi mayor miedo es la reacción de la gente cuando me vean comprando, yendo a trabajar, limpiando la vereda”, contó.
Hoy todavía con temor a la reacción de sus vecinos, vuelve a trabajar más convencida que nunca de que el Covid se puede vencer. Para esto fue fundamental el acompañamiento de un Estado presente y por supuesto el respeto por las medidas necesarias de autocuidado que permitieron atravesar el período de rehabilitación, derrotar al virus y evitar su propagación.
Marisa entiende el miedo natural de las personas por contagiarse y no le desea esa situación a nadie. Sin embargo, cuenta que fue una minoría la gente que se comunicó de manera agresiva, y resalta que es importante la solidaridad, la no discriminación y la concientización de todos para superar esta pandemia.